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La población civil yemení intenta a duras penas sobrevivir a los intensos ataques terrestres y aéreos de la encarnizada batalla que se libra para arrebatar las gobernaciones costeras occidentales al grupo armado huzí, y lo peor está todavía por llegar, ha advertido Amnistía Internacional tras realizar una investigación de campo en el sur del país.
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La organización entrevistó a 34 civiles que habían llegado a Adén, desplazados por los enfrentamientos de varias localidades de la gobernación de Hudaida entre enero y principios de mayo. Hablaron de terribles bombardeos con morteros, ataques aéreos, minas terrestres y otros peligros surgidos con la nueva ofensiva con que, apoyadas por tropas terrestres y ayuda aérea de la coalición dirigida por Arabia Saudí, la fuerzas leales al gobierno yemení reconocido internacionalmente intentan derrotar a las fuerza huzíes.
“El impacto humano de esta nueva ofensiva militar sobre las zonas costeras del oeste de Yemen se advierte claramente en los angustiosos relatos de las personas civiles desplazadas por el conflicto. Es un vislumbre de lo que podría estar gestándose a una escala mayor si los combates invaden la populosa ciudad portuaria de Hudaida”, ha señalado Rawya Rageh, asesora general de Amnistía Internacional sobre respuesta a las crisis.
“Nos preocupa mucho que parezcan estar llevándose a cabo ataques indiscriminados y otras violaciones del derecho internacional humanitario. Todas las partes tienen la obligación de hacer cuanto puedan para proteger a la población civil. Están poniendo en peligro la vida y el sustento de centenares de miles de personas más.”
La vida en el campo de batalla
Desde que comenzó la ofensiva, en diciembre de 2017, muchas de las personas desplazadas del sur de la gobernación de Hudaida han explicado que pasaban noches enteras sin dormir y angustiosos días sin moverse de sus casas a causa de los bombardeos.
Civiles de Zabid, A Yarrahi, Hays y Al Jawjah –localidades situadas a entre 100 y 150 kilómetros de la ciudad y el puerto de Hudaida– contaron a Amnistía Internacional cómo, al igual que muchas personas más, habían huido a Adén, en el sur del país, al intensificarse los combates. Algunas de las personas entrevistadas lloraban al hablar de familiares y seres queridos muertos en el conflicto.
Mientras ambos bandos libraban encarnizados combates, toda suerte de municiones, balas y metralla arrasaban las viviendas civiles, y los ataques aéreos de la coalición dirigida por Arabia Saudí mataban y herían también a civiles.
“No fuimos por los bombardeos y la guerra a nuestro alrededor. Disparaban morteros por encima de nuestras cabezas. Todos los días moría gente, todos los días veíamos a nuestro alrededor cuerpos que habían saltado por los aíres hechos pedazos. ¿Acaso podemos quedarnos allí? Teníamos que irnos para escapar vivos. No podíamos vivir con ese peligro“, contó a Amnistía Internacional Hassan, pescador de 26 años desplazado del pueblo de Qataba, en Al Jawjah.
Incluso tras haber escapado de los combates, algunas personas civiles continuaban recibiendo terribles noticias de seres queridos a los que habían matado o herido en sus localidades.
Una mujer de Qataba había conseguido escapar y refugiarse en Fuqum, a las afueras de Adén, pero algunos miembros de su familia no habían tenido tanta suerte. Dijo a Amnistía Internacional que un familiar que se había quedado en Qataba le había dado la noticia de que un sobrino suyo de siete años había muerto el 6 de mayo al caer una granada de mortero u otro proyectil en una tienda donde había ido a comprar comida. El niño y su padre no se habían marchado para huir de los combates porque no tenían medios para pagarse el viaje.
El éxodo desde la costa occidental
La población civil desplazada describía un éxodo, que se había producido al intensificarse los combates. Según las Naciones Unidas, los enfrentamientos a lo largo de la costa occidental de Yemen han desplazado en los últimos meses a alrededor de 100.000 personas, en su mayoría de la gobernación de Hudaida.
La huida había sido costosa. La gran mayoría de las personas con las que Amnistía Internacional habló dijeron que para pagarse el viaje habían tenido que vender bienes de valor, como anillos de boda, títulos de propiedad y ganado.
Pagaban para marcharse en autobuses o camiones privados, que les costaban una media de 10.000 riyales (alrededor de 30 dólares estadounidenses al tipo de conversión utilizado en los territorios controlados por los huzíes) por persona, una pequeña fortuna en la economía local, dado que los enfrentamientos han obligado a muchas personas a dejar de trabajar. Había casos de familias grandes que habían pagado hasta 150.000 riyales (480 dólares) para huir.
Las carreteras minadas, los puestos de control huzíes y otros peligros del camino habían hecho que, para algunas personas, lo que tenía que haber sido un trayecto por carretera de seis horas por término medio hasta Adén se hubiera convertido en una experiencia horrible de hasta tres días de duración.
Algunos autobuses que llevaban a civiles que huían habían saltado por los aíres a causa de minas terrestres y otros explosivos colocados por los huzíes para impedir el avance de las fuerzas del gobierno, y dos personas dijeron que habían visto partes de cuerpos humanos a lo largo del camino. Un campesino entrevistado en un hospital donde estaban atendiendo a su hija en cuidados intensivos contó que, cuando huía con sus ocho hijos y otros familiares en la primera semana de mayo, el vehículo en el que viajaban habían pasado por encima de una mina terrestre que había herido de gravedad a su hija de 13 años y matado a la abuela de su esposa. Las minas terrestres con armas de efecto intrínsecamente indiscriminado y están prohibidas por el derecho internacional.
Una mujer dijo que, nada más llegar a Adén, había sufrido un aborto debido, creía, al miedo y el agotamiento del viaje.
Una mujer de Qataba de 25 años dijo que estaba tan aterrorizada que fue casi todo el viaje con los ojos tapados y que en el último tramo estuvo más de 13 horas sin dar de mamar a su bebé:
“Fue un viaje de verdad difícil. Por Dios que sufrimos. Había cohetes volando por encima de nosotros. Nos paraba alguien y decía que había proyectiles, y luego nos paraba alguien más y decía que había minas terrestres, así que no hacíamos más gritar Estuvimos todo el camino, desde que salimos hasta que llegamos, gritando y llorando. Vimos cuerpos muertos y vimos otros que estaban hechos pedazos. No fuimos sin pensar si sobreviviríamos. Pensábamos que seguramente moriríamos [pero] al final lo que esperábamos era morir de pasar por lo que pasamos.”
Había conseguido llevar consigo a sus dos hijas, de nueve meses y cuatro años, pero con el caos de los enfrentamientos había dejado a su madre y a su hijo, de siete años, en Qataba.
Varias personas dijeron a Amnistía Internacional que habían intentado salir de la gobernación de Hudaida hasta tres veces antes de conseguirlo por fin. Al parecer, las fuerzas huzíes tachaban a algunas personas de “terroristas” si abandonaban su localidad, y en otros casos las personas entrevistadas dijeron que sabían que los huzíes obligaban a los autobuses llenos de civiles que huían a regresar.
Algunas habían estado meses esperando a que los enfrentamientos perdieran intensidad, hasta que a finales de abril o principios de mayo, habían decidido al final marcharse. Una mujer de Hays contó a Amnistía Internacional:
“Esperábamos que la guerra terminara, pero no hizo más que ir a peor. Los bombardeos se intensificaron. Se volvieron aleatorios. Las balas caían de todas las maneras ,entre las casas, al azar. Procurábamos esconder a los niños junto a la pared. [...] Escondíamos a mi madre y a los niños debajo de las camas. Los niños lloraban. Ni siquiera de noche podíamos dormir.”
Algunas de las personas desplazadas se han esparcido por partes relativamente más seguras de la gobernación de Hudaida. Otras han viajado a distintas gobernaciones del sur, incluidas Adén, Lahj y Abyan, así como hacia el este, a Hadramawt y Mahra, que están al otro lado del país.
A falta de campos oficiales para población internamente desplazada, gran parte de las personas entrevistadas por Amnistía Internacional en Adén han buscado alojamiento provisional en lugares precarios, como edificios en construcción o estructuras semiderruidas que sufrieron graves daños en anteriores combates entre los huzíes y las fuerzas del gobierno librados en Adén en 2015. Hay abundantes recordatorios de ese conflicto anterior, desde edificios demolidos hasta letreros que advierten de la presencia de minas terrestres en la zona
Violaciones del derecho internacional en campos de batalla cambiantes
Las personas desplazadas en las últimas semanas decían que los campos de batalla cambian constantemente, a medida que las fuerzas del gobierno y huzíes toman el control de las distintas zonas.
La población civil atrapada en medio está expuesta a sufrir diversas violaciones del derecho internacional humanitario cometidas por ambos bandos.
Los combatientes huzíes han disparado reiteradamente morteros, que es bien sabido que son armas poco precisas, contra zonas civiles pobladas. Según un hombre de Hays, el 25 de marzo cayó en el patio de un hospital un proyectil de mortero que hirió a su hijo de 13 años y mató a un farmacéutico y a un enfermero. El uso de morteros en las inmediaciones de concentraciones civiles viola la prohibición de los ataques indiscriminados.
Las fuerzas huzíes han puesto además en peligro a civiles al destacar tropas y vehículos en barrios civiles. Al parecer, también han minado carreteras e impedido por otros medios la marcha de la población civil, y en otros casos han expulsado a personas de sus hogares en zonas recién arrebatadas al gobierno.
Una mujer de Al Yarrahi contó a Amnistía Internacional cómo las fuerzas huzíes habían reclutado a la fuerza a niños y hombres civiles, incluido un hermano suyo de 13 años.
Personas supervivientes contaron también que los ataques aéreos de la coalición dirigida por Arabia Saudí habían matado a civiles, lo que les habían hecho temer constantemente por su vida. Civiles desplazados describieron cómo habían resultado muertos tres civiles en dos ataques aéreos ocurridos en Zabid y Al Yarrahi en enero.
“Los sectores más vulnerables de la sociedad civil son los que más sufren las consecuencias de esta nueva ofensiva de la guerra de Yemen. Todos los bandos deben cumplir el derecho internacional humanitario, lo que incluye tomar todas las precauciones posibles para reducir al mínimo las víctimas civiles y la destrucción de viviendas e infraestructuras civiles”, ha afirmado Rawya Rageh.
“La población civil que huye del terror ha informado de diversas violaciones del derecho internacional humanitario. Instamos a todos los bandos a que hagan cumplir estrictamente el derecho internacional humanitario e impidan que sus fuerzas pongan temerariamente en peligro a la población civil.”
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